martes, 27 de febrero de 2018

Comer distraídos por aparatos electrónicos: una mala combinación

Comer distraídos por aparatos electrónicos: una mala combinación

“Comemos por el estómago y por el cerebro”, dice una especialista. Pero la TV y también los celulares y computadoras, impiden registrar la saciedad. Por lo tanto, se come más y mal.

Comer distraído, sin prestar atención a lo que se ingiere, puede conllevar ciertos desórdenes alimentarios ya que no se toma conciencia de la acción. Y si de distracción se trata, los dispositivos electrónicos (que todo lo han invadido) se han sumado incluso a la mesa familiar para tener en ocasiones un lugar protagónico.

Ni hablar del televisor, que ya ganó hace tiempo un lugar de privilegio y que tiene a más de un comensal atónito y abstraído.

El problema es que “comemos por el estómago y por el cerebro”, destaca Anahí Heded, jefa de nutricionistas del Método PronoKal, un programa de adelgazamiento y educación alimentaria. Entonces, al estar pendiente de otros asuntos en vez de la comida no se asimila mentalmente lo que se come o lo que se bebe, por lo cual el cerebro no recibe correctamente la señal que le permita registrar la saciedad.

El cerebro demora 20 minutos en recibir tal indicador y por lo tanto, si no se está atento, se seguirá comiendo más de lo requerido. Por otra parte, la distracción propicia un desencuentro con la propia necesidad.

“No sabemos cuánto del plato hemos comido, si nos hemos repetido, cuántos vasos de bebidas azucaradas tomamos... porque el cerebro no está registrando lo que está pasando en el cuerpo; se come más, sin pensar, seguimos comiendo sin darnos cuenta de que ya nos hemos saciado por estar distraídos. Por eso, hay que escuchar el cuerpo para reconocer la señal de saciedad”, explica Heded.

Además, en estas situaciones se suele comer más rápido lo cual tiene sus propios inconvenientes. Uno de ellos es que en el lapso mencionado se consume más cantidad de alimentos.

Comer en el trabajo es otra de las prácticas habituales para muchos, generalmente frente a una computadora y a las apuradas, lo que además de distracción suma quizás una situación de tensión o apuro que repercute negativamente. Otro tanto pasa con el desayuno, para el cual muchas familias ya no encuentran espacio o que se realiza sin siquiera sentarse en medio de los preparativos para comenzar el día.

Los profesionales reconocen que hay más consultas por trastornos gastrointestinales por comer en contextos desfavorables; uno de los más comunes es la dispepsia digestiva, que provoca malestar estomacal y está asociada a la mala masticación y la alimentación rápida.

Pero además se consulta por gastritis y constipación, en particular quienes tienen una vida laboral activa, adultos de mediana edad y con más demandas laborales.

Es que en el mismo lugar de trabajo se puede estar afectado por la ansiedad y el estrés y se come a otra velocidad.

Un mal vínculo
Los aparatos electrónicos suelen tener una relación cercana con el momento de la alimentación, la cual no necesariamente es buena. Es que además de distraer la ingesta, afectan la sociabilidad.

Así lo experimenta Gerardo (31): “Cuando estoy enroscado con algo de laburo (ya sea enviando algo de material o esperando un mail, por ejemplo), en la mesa está el plato, los cubiertos y al lado la tablet. Me da un poco de bronca a mí mismo y, de hecho, una vez que llega lo que tiene que llegar o termino lo que tengo que hacer, la guardo y como en paz. He llegado a perderme en almuerzos y cenas buscando en internet minuto a minuto cómo iba un partido que no daban por TV”.

María Natalia Sánchez, nutricionista del programa de Diabetes del Ministerio de Salud provincial, señaló que “las personas que son adictas a lo electrónico no registran lo que comen, mientras que el hábito de consumir mucha televisión también puede contribuir a desarrollar una adicción a los hidratos de carbono”.

Es que para muchos, tener algo “para picar” es casi parte ineludible de la cita con la pantalla, mucho más si se trata de una película. Según explica Sánchez, lo que generalmente se prefiere tiene este contenido y es algo rápido: “Pocos van a ir a preparar algo y menos una ensalada”.

Si en los adultos puede colaborar con el desarrollo de obesidad y ciertas patologías asociadas a ella, en los niños puede generar el efecto contrario. Muchas madres deben perseguir a sus hijos por la casa para que coman un bocado. Ellos suelen alimentarse mientras juegan, se levantan de la mesa a cada rato o lo hacen apurados por ir a jugar a “la play”.

La nutricionista explicó al respecto que “los chicos no tienen hábito de sentarse a la mesa o los padres los persiguen y por eso no se cubren los requerimientos nutricionales”. Asimismo, los niños no logran tomar decisiones respecto de lo que comen, medirse y reconocer la saciedad, mientras que en este contexto es habitual que luego de la comida principal no incluyan una fruta.

Por eso, las especialistas recomiendan adoptar el hábito de sentarse a la mesa en todas las comidas y, cuando se pueda, que sea en familia. Se trata de un momento en el que también se sociabiliza, y que requiere de cierta tranquilidad y un entorno desestresado. Además, hay que hacer el ejercicio de conectarse con lo que le sucede al cuerpo, registrar la saciedad y atender a las porciones que se ingieren.

Consejos

Anahí Heded, experta en nutrición del Método PronoKal, propone 8 reglas de oro para no cometer excesos:

1. Realizar 5 comidas al día. Así se activa el metabolismo y ayuda a quemar calorías. Además, está demostrado que llevando una ingesta de alimentos regular (cada 3-4 horas), se tendrá más sensación de saciedad y se evitará el picoteo entre horas.

2. Beber abundante agua. Aproximadamente 2 litros al día para mantener hidratados nuestros órganos y tejidos. El agua da sensación de saciedad y ayuda a desintoxicar nuestro cuerpo.

3. Cocinar con poca grasa y elegir la de mejor calidad. El aceite de oliva virgen es la mejor grasa recomendada, pero sólo pueden consumirse 3 o 4 cucharadas por día. Evitar las grasas animales.

4. Reducir el consumo de azúcares y dulces. Sólo aportan calorías vacías, es decir, sin nutrientes. Es preferible un chocolate negro y sin agregados como frutos secos.

5. Consumir muchas verduras y ensaladas. Dan sensación de saciedad con pocas calorías, nada de grasas y aportan nutrientes y agua. Elegir aliños o vinagretas con poco aceite y muchas especias, que darán más sabor a las verduras.

6. Seleccionar los alimentos más magros. Hay que procurar que la alimentación tenga como base las verduras, frutas, carnes blancas (ave, pavo, conejo, pescado), cereales, legumbres y lácteos magros.

7. Cuando se coma, no lea ni mire televisión.

8. Realizar actividad física a diario. El ejercicio es siempre sinónimo de salud: no sólo nos mantiene en forma sino que ayuda a mantener tanto los niveles de azúcar como de colesterol.


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